jueves, 18 de junio de 2009

Settecento Veneciano. Del Barroco al Neoclasicismo

Settecento Veneciano. Del Barroco al Neoclasicismo

Museo de Bellas Artes de Sevilla

17 de junio a 13 de septiembre de 2009

Con la exposición"Settecento Veneciano. Del Barroco al Neoclasicismo" se pretende ofrecer una muestra, lo más completa posible, de la producción artística veneciana del siglo XVIII, con obras pertenecientes a colecciones museísticas y privadas italianas.

En el arte veneciano dieciochesco la pintura figurativa y la pintura de veduta y paisaje se compenetran, conviven, mostrando así la evolución de una explosión de gracia, riqueza cromática y vitalidad cultural que invadió y sedujo a toda Europa. Ya se anunciaba ese futuro éxito en el arte de Antonio Balestra y de Antonio Bellucci que, siendo uno de los primeros artistas viajeros de aquel tiempo, dejó los confines de la República lagunar para conquistar las cortes bávaras.

Con Marco y Sebastiano Ricci, con Gian Antonio Pellegrini y Rosalba Carriera el estilo y el color venecianos sedujeron a los grandes coleccionistas europeos; pero, quizá, fue Jacopo Amigoni el más internacional de los artistas venecianos: pasando de las cortes alemanas a la corte inglesa, finalizó su vida en Madrid, tras haber sido, durante cinco años pintor de corte de dos reyes españoles. Antes de su desaparición tuvo en Madrid contacto con el que fuera, seguramente, el mayor talento del siglo, Gian Battista Tiepolo, al que acompañaba su hijo, Gian Domenico, destinado éste a conducir a la pintura veneciana hasta el mundo neoclásico.

La veduta y el paisaje son las expresiones artísticas más importantes del arte veneciano, con las que se definen luces, atmósferas y un increíble juego de reflejos y de claroscuros: de Carlevarijs a Canaletto y Bellotto, de Marieschi a Guardi, hasta Cimaroli, Zuccarelli y Zais, se recoge en las telas la transformación, la evolución y, en definitiva, la decadencia de una sociedad artística y humana que plasmó con el pincel capítulos fundamentales del arte italiano.

Respecto al vasto panorama artístico veneciano del siglo XVIII se ha optado por proponer algo más de cincuenta obras, a fin de presentar un precioso diccionario de la época. Las obras escogidas para cada autor proceden todas de colecciones italianas, museos, fundaciones y colecciones privadas, y tienen como común denominador una absoluta calidad, un pedigrí, atestiguados por la bibliografía. Poder exponerlas, una al lado de otra, ofrecerá la ocasión, rara e irrepetible, de acercarse a la fuerza de seducción de la pintura veneciana del siglo XVIII.



Comisariada por Annalisa Scarpa


La exposición Settecento Veneziano. Del Barroco al Neoclasicismo ofrece una selección de las mejores pinturas venecianas del siglo XVIII. La pintura figurativa, el paisaje y las vedute fueron las expresiones artísticas más importantes de la Venecia del Settecento y están representandas en esta muestra. En todas las obras (52 en total) puede percibirse la tradicional riqueza cromática veneciana junto a la explosión de gracia dieciochesca y los juegos de luces y claroscuros que caracterizan a estos pintores.
La pintura veneciana de Settecento ejerció una gran influencia en Europa, en parte, por el propio carácter itinerante de los artistas y, en parte, porque el estilo y el color veneciano supo seducir a los grandes coleccionistas europeos.
Settecento Veneziano. Del Barroco al Neoclasicismo se perfila como la muestra más completa sobre la pintura veneciana realizada en España al contar con todos los grandes artistas de ese siglo.


Kees Van Dongen - Museo Picasso Barcelona

KEES VAN DONGEN

Del 11 de junio al 27 de septiembre del 2009

Museo Picasso - Barcelona

Kees Van Dongen desempeñó un importante papel en las grandes revoluciones artísticas de comienzos del siglo XX, sobre todo en el marco del fauvismo . Esta exposición muestra la trayectoria del artista, desde sus años de formación hasta la cima de su carrera. Van Dongen coincidió por un tiempo con Picasso en el Bateau-Lavoir, y las relaciones personales y estéticas que mantuvieron son abordadas detalladamente en esta muestra. Nacido en un barrio cerca de Rotterdam, fue en París donde se desarrolló su carrera artística desde 1897.

La extravagancia y violencia de sus cuadros tuvieron repercusiones fuera de Francia, y especialmente entre los miembros del grupo expresionista alemán Die Brücke. Sumados a su gusto por el orientalismo, contemporáneo del cultivado por Matisse, estos rasgos hacen de Van Dongen una de las figuras pioneras de las vanguardias. Sus obras, brillantes e impúdicas -ocasionalmente comparadas con “prodigiosos excesos de luz, calor y color”- constituyen testigos excepcionales de la voluntad del artista de afirmar su propio estilo en el arte moderno, al nivel de Matisse o Picasso.

La muestra está organizada cronológicamente y en ella se abordan los diferentes ámbitos en los que se expresó Van Dongen: la pintura, que en opinión de Élie Faure utilizó para “escribir el poema sensual del mundo”, así como también su trabajo como ilustrador y su obra gráfica. Asimismo, en esta exposición se destaca una perspectiva inédita del artista, gracias a recientes investigaciones sobre su obra y a una selección de piezas poco conocidas hasta la fecha.

AMBITOS

Entre Rotterdam y París. Años de Formación
Sala 1

Van Dongen, mientras estudiaba en la Academia de Artes y Ciencias de Rotterdam, realizó sus primeros cuadros en tonos oscuros, a la manera de Rembrandt, el maestro del claroscuro. En sus obras de juventud, realizadas a mediados de la década de 1890, Van Dongen muestra afinidades personales con la pintura de Jozef Israël, el “Rembrandt del siglo xix”. Después, Van Dongen realizó una serie de paisajes holandeses en el Voorhaven de Delfshaven, un barrio del siglo xvii, situado a la entrada del puerto de Rotterdam, donde vivió la familia del pintor.

La paleta del artista comienza a iluminarse, y estas composiciones ya delatan un sólido talante modernista, inspirado en los encuadres de la fotografía y el cine (Zelandesa). En este contexto de juventud, la realización, en 1895, de Autorretrato o Autorretrato en azul y Caballo pío, verdaderos manifiestos pictóricos modulados bajo el signo de la autorrepresentación y la alegoría, son precursores de su excepcional destino.

Cuando Van Dongen se trasladó definitivamente a París, en 1899, decidió instalarse en la colina de Montmartre, donde pintores pobres de tres al cuarto, coristas de revistas musicales y cabarets, prostitutas, marginales de toda clase y burgueses extraviados formaban una sociedad subterránea que acabaría inspirando su universo gráfico y pictórico.



01 Kees Van Dongen - Caballo pío - 1895-1907 - Óleo sobre lienzo - 201 x 293,3 cm - Nouveau Musée National de Monaco - Inv. 2008-7-1 - © NMNM Foto: Marcel Loli - © Sucesión Kees Van Dongen, VEGAP, Barcelona 2009

París, el dibujo
Sala 2

Van Dongen abandonó el estilo simbolista de sus inicios (ilustraciones para la revista De Vrije Kunst) por un realismo de fuertes connotaciones sociales, que alcanzó su punto álgido con sus dibujos sobre la guerra de los Boers realizadas para la revista satírica holandesa De Ware Jacob.

Van Dongen desarrolló a partir de esta época una marcada predilección por el carácter pintoresco de los distritos rojos de Rotterdam, Amberes, Amsterdam y París, con sus casas de citas con farolillos rojos y sus mujeres públicas expuestas en las vitrinas. El dibujo le permitía observar sin ser visto y realizar escenas de marcado realismo. Así lo recordaba el artista: “Alquilé una habitación en una de aquellas casas. Allí dibujaba mis tonterías, a la luz de un quinqué.”

En París dejó de pintar, entre 1900 y fines de 1903, posiblemente por imperativos económicos. En esos años, gracias a Théophile Steinlen, comenzó a colaborar con diarios satíricos (L’Assiette au beurre, Le Rire, L’Indiscret, L Frou-Frou, etc). Ilustró un número completo de la revista L’Assiette au beurre (26 de octubre de 1901) , dedicado al tema de la prostitución y centrada en la condición de las prostitutas.

A través del dibujo, Van Dongen reforzó sus ideas políticas anarquistas, mientras iba ganando en madurez expresiva.





02 Kees Van Dongen - La escalera de la Ópera - 1901 - Tinta negra y acuarela sobre papel vitela - 46,5 x 58,6 cm - Nouveau Musée National de Monaco - Inv. 2005.4.8 - © NMNM Foto: Marcel Loli - © Sucesión Kees Van Dongen, VEGAP, Barcelona 2009

Del tachismo al fauvismo
Sala 3

En 1904 Van Dongen organizó su primera exposición individual en la galería de Ambroise Vollard, con más de un centenar de sus obras: cuadros con paisajes de Holanda, París y la costa normanda, una muestra significativa de los cuales puede verse en esta exposición.

Van Dongen se muestra aquí seguidor de sus contemporáneos, los impresionistas y Claude Monet, pero rápidamente se forja su propio lenguaje, definido por la turbulencia y el tumulto de colores y formas y tributario del divisionismo de Paul Signac y su compatriota Otto van Rees. Tachista convencido, Van Dongen extrema la utilización de la pincelada espontánea de color (un crítico definirá su estilo como “pinceladas yuxtapuestas como secando el pincel”). La serie El tiovivo de cerdos ilustra esta nueva y personal via del artista, que lo acercará al fauvismo.

Van Dongen presentó otras dos obras en el Salon d’Automne de 1905, que inspiró al crítico Louis Vauxcelles la célebre definición “Donatello chez les fauves” [Donatello entre las fieras], y casi simultáneamente expuso en la galería Druet un conjunto de cuadros marcados por lo que este mismo crítico definió como “torrenciales orgías de color”.

El periodo tachista de Van Dongen llegó a su apogeo con el lienzo monumental En la Galette, presentado en el Salon des Indépendants de 1906, una obra magistral concebida como un verdadero manifiesto en respuesta a la contribución de Henri Matisse. Posteriormente, el artista se vio obligado, para satisfacer la demanda del mercado, a dividir esta obra maestra en seis lienzos autónomos, tres de los cuales ha sido posible reunir en esta exposición.

*tachismo (del francés tache, mancha), tipo de pintura abstracta característica por el uso de toques de pintura o manchas irregulares de colores).



03 Kees Van Dongen - Carrusel o El tiovivo de cerdos - 1904-1905 - Óleo sobre lienzo - 55 x 46 cm - Colección particular - © Foto: Jane C. Wright - © Sucesión Kees Van Dongen, VEGAP, Barcelona 2009



El Bateau-Lavoir. En compañía de Picasso y Fernande
Sala 4

A partir de 1905, Van Dongen vivió en el Bateau-Lavoir, un inmueble insalubre de la parte alta de Montmartre, junto con su mujer Guus y su hija Dolly. El taller que ocupaba estaba junto al de Picasso, y los dos artistas forjaron sólidos lazos de amistad. La compañera de Picasso, Fernande Olivier, ha dejado constancia en sus memorias (Picasso y sus amigos y Recuerdos íntimos) de lo estrechas que llegaron a ser las relaciones entre ambos y los miembros de su entorno.

Van Dongen y Picasso compartían el mismo gusto por “la elegancia provocadora y bárbara” de la mujer, un legado de la tradición de Baudelaire: verdaderos “pintores de la vida moderna”, les seducía el circo más que el teatro, y se sentían atraídos por el mundo de las prostitutas y las bailarinas de barracas de feria. “Barracas, domadores de perros, mendigos, también bandidos, quién sabe, ¡todos camaradas!”, reconocía Van Dongen.

Desde que se había instalado con Picasso en el Bateau-Lavoir, Fernande había dejado de trabajar como modelo para los pintores de Montmartre, una actividad que desarrolló en exclusiva para su amante, proverbialmente celoso. Tal vez debido a la breve separación de la pareja a fines de agosto de 1907, o a lo mejor porque Picasso acabó aceptando que Fernande trabajara en su domicilio, el caso es que Van Dongen pintó una serie de retratos de Fernande, de factura muy diversa, que se convirtió así en su modelo favorita, junto a su esposa Guus. A través del personaje de Fernande Olivier, Van Dongen revisa una serie de figuras femeninas y las proyecta en su nueva modelo, exaltando siempre la dimensión sensual: de la frágil y delicada cortesana a la recia española, pasando por la prostituta embotada por la absenta. Son exploraciones en el arte del retrato, que Van Dongen llegó a dominar magistralmente, definidas por encuadres muy ajustados y ángulos sorprendentes que hacen de esta parte de su obra un sutil cruce entre expresionismo pictórico y toma fotográfica.


Los años «fauves»
Sala 5


El lenguaje de Van Dongen fue evolucionando hasta adoptar una variante del expresionismo. Las escenas de júbilo colectivas del Moulin de La Galette o el baile de la Mattchiche dejaron paso con el tiempo a los retratos.

En el Bateau-Lavoir fue testigo, en 1907, del nacimiento de Les Demoiselles d’Avignon de Picasso, obra fundacional del cubismo. Van Dongen no participó en esta revolución plástica, aunque después dijo, para justificarse: “ un arte que se limite a ser sólo ciencia sería un suicidio”.

Su pintura, centrada cada vez más en la mujer, manifiesta un erotismo a contracorriente de su época. El poeta Guillaume Apollinaire reaccionó ante su obra poco menos que ruborizándose, y censuró con dureza al “pintor de las vergüenzas urbanas”. Élie Faure evocaba el calor que transmitían aquellos cuerpos, así como una bestialidad a la que acababa rindiéndose la inteligencia. Van Dongen no se cansaba de afirmar que la impudicia era una virtud. En aquel contexto de cambio radical y sin precedentes en las reglas de la composición pictórica occidental vigentes desde el Renacimiento, Van Dongen defendió sus propias orientaciones estéticas en un cuadro como Las luchadoras o Las luchadoras del Tabarin, en el que la redefinición de la espacialidad del lienzo está puesta al servicio más bien de la exaltación de la carne, el deseo, la feminidad y la ambivalencia del deseo sexual.

En 1908 Van Dongen expuso en la galería inaugurada por Daniel Henry Kahnweiler, quien le ayudó asimismo a exponer sus obras en Alemania, donde conoció a los pintores expresionistas alemanes del movimiento Die Brücke.


Exotismo
Sala 6


En el invierno de 1910-1911 Van Dongen viajó a España. Fue su primer contacto con la arquitectura mora, los palacios árabes y los minaretes de las mezquitas, el contraste entre las callejuelas sombrías y los muros encalados iluminados por el sol ardiente. Pero lo que atrajo a Van Dongen fue, sobre todo, los ojos de las andaluzas, el movimiento de los cuerpos de las bailaoras de flamenco con sus panderetas y ritmos endiablados, el colorido de los mantones de Manila con motivos floreados, todo lo cual puso en sus cuadros de esta época un toque «matissiano».

Esta parte de su obra, que lleva la impronta de sus viajes a países meridionales, apareció reunida, en junio de 1911, en su exposición de la galería Bernheim Jeune con el título: “Hollande, Paris, Espagne, Maroc”.

“Europeo o exótico, según le convenga ―escribía Apollinaire en 1913―, Van Dongen es personal y violentamente sensible al orientalismo. […] Esta pintura a menudo desprende un aroma a opio y ámbar”. Ese mismo año, Van Dongen viajó a Egipto y recorrió el Nilo hasta Tebas, donde posó en medio de las ruinas. El contacto con el Egipto de los faraones imprimió un giro a su obra, en la que destaca algo más que los temas y el colorido orientales. El artista retoma el dibujo para crear obras depuradas: aparecen trazos firmes y precisos, que a ratos recuerdan las caricaturas de sus inicios, y un lenguaje cromático basado en grandes superficies de color o monocromas.

En 1913, Van Dongen quiso poner el broche a este ciclo con una composición ambiciosa y provocadora: su Tableau o El chal español, obra de composición y descaradamente exhibicionista, que provocó tal escándalo que la policía ordenó retirarla del Salon d’Automne de ese año.

Los “années folles”
Sala 7


“El mundo es un gran jardín, todo él rebosante de flores, todo él lleno de malas hierbas. […] El atractivo de nuestra época es que permite mezclarlo y confundirlo todo: verdaderamente, es la época cóctel.” Son palabras de Van Dongen.

En 1912, el artista se trasladó a un taller de la calle Denfert-Rochereau, donde ofreció sus primeros famosos “bailes Van Dongen”. Autorretrato como Neptuno ilustra esta nueva y fugaz sociabilidad del pintor. Las siluetas femeninas se alargan y Van Dongen se transforma en el pintor por excelencia de la mujer de aspecto andrógino de los años de entreguerras, una mujer que, al liberarse de la tutela del marido, ocupa un lugar inédito en la sociedad. Gracias a su amistad con la marquesa Casati, figura excéntrica y célebre del París mundano de los années folles que aparece representada de espaldas en Pila con flores, y a su posterior relación con Jasmy Jacob, que en 1917 se convirtió en su compañera sentimental, Van Dongen se introdujo de lleno en los ambientes mundanos de la ciudad. Se mudó a la Villa Saïd, junto al Bois de Boulogne, y en 1922 se instaló en una lujosa mansión de la calle Juliette Lamber, que convirtió en un showroom consagrado a su obra. El rebelde de la colina de Montmartre se había transformado en una especie de Gran Gatsby. Proclive, como siempre, a la provocación, Van Dongen reconocía que se sentía atraído por “lo que brilla, el destello de las piedras preciosas, los visos tornasolados de las telas, las mujeres bellas que despiertan el deseo carnal […] y la pintura me brinda la más completa posibilidad de hacerme dueño de todo ello, porque a menudo lo que pinto es la realización obstinada de un sueño o una obsesión…” Édouard des Courrières, autor de la primera monografía sobre Van Dongen, publicada en 1925, prefiere destacar, por el contrario, una cierta distancia del artista, que hizo de él un moralista o un pintor historicista.


Kees Van Dongen i Barcelona
Vestíbulo - Text: Francesc Fontbona

El vacío informativo sobre Van Dongen en 1915-1916, debido sobre todo a la Primera Guerra Mundial, fue colmado parcialmente por la exposición individual del pintor en las Galeries Dalmau de Barcelona, del 26 de diciembre de 1915 a mediados de enero de 1916.

Van Dongen ya era conocido en Cataluña: entre otros, a él se habían referido Eugeni d'Ors, en el diario El Poble Català (19/8/1905), y Joan Sacs [Feliu Elias] ya le había dedicado un artículo en Revista Nova (4/7/1914).
Conocemos detalles de la exposición en la sala Dalmau por la prensa y también por un catálogo en forma de tarjeta que se conserva en la Biblioteca de Catalunya. Fueron mostradas siete obras de Van Dongen: Tanger, Vacances, Cousine, Le chrysanthème, Intérieur, Portrait de la Princesse Salomé Andreeif y Danseuse orientale.
Vell i Nou anunciaba (15/12/1915) al artista que "ha sabido interpretar con una dulce sonrisa el infierno del vicio y la perversidad de la vida en los bajos fondos de París", y La Veu de Catalunya recordaba (11/12/1915) "el lugar especialmente preeminente que ocupa entre las escuelas pictóricas más avanzadas".
La exposición fue bien recibida por L'Esquella de la Torratxa (14/1/1916) y la revista Themis, de Vilanova i la Geltrú (5/1/1916), donde J. F. Ràfols habló en detalle de Van Dongen, aunque no sin alguna reticencia de creyente excedido por lo artificioso del tipo de mujer, maquillada y frívola, retratado por el artista.
En Vell i Nou, Romà Jori escribió: "de la unión entre poetas simbolistas y pintores impresionistas nace esta pintura, que tiene en Van Dongen a uno de sus más sólidos representantes".

Josep Pla atestiguó que el éxito de público había sido considerable, y en 1960 le dedicó al pintor uno de sus "retratos de pasaporte". Asimismo, Pla recuerda que, según E. C. Ricart, la impresión que causó en Joan Miró fue enorme. Y afirma varias veces que la amistad entre Van Dongen y Dalmau era notable.

miércoles, 17 de junio de 2009

Matisse (1917-1941) Museo Thyssen-Bornemisza Madrid

MATISSE: 1917-1941

09/06/2009 - 20/09/2009

Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid

La exposición se centra en la obra de Matisse realizada entre los años 1917 y 1941, dos fechas importantes en su trayectoria artística y que enmarcan el tramo central de su vida de pintor; una etapa en la que el artista encuentra su estilo más personal y a la que, sin embargo, se le ha prestado menos atención que al comienzo o al final de su carrera. Enmarcada por la sombra de la primera guerra mundial y la premonición de la segunda, esta etapa tuvo una importancia crucial para la difusión y consolidación del arte moderno en la que, sin duda, Matisse tuvo un papel estelar. Éste es el marco en el que se analizará su obra, tratando de mostrar cómo el artista amplía durante esos años el campo de su investigación pictórica, profundizando en la relación entre dibujo, color, volumen y espacio, y se decanta por una poética que, sin abandonar su compromiso con la modernidad, aspira hacia lo atemporal.

Henri Matisse
Cateau-Cambrésis, 1869 - Niza, 1954

Pintor y escultor francés. Después de estudiar Derecho, inicia su formación pictórica en la Academia Julian en 1891 y, más tarde, continua con Moreau en la École des Beaux-Arts, junto a Rouault y Marquet. Al finalizar la década de los noventa y al contacto con la obra de los impresionistas, como Van Gogh y Gauguin, el color se convierte en protagonista de sus cuadros. Conoce a Derain, a Vlaminck y a los fauvistas, que le erigen como líder. A partir del Salón de Otoño de 1905 prefiere los planos de color arbitrario y expresivo, influido por Gauguin. Desde entonces su estilo tiende a la abstracción decorativa mediante el color. Grandes coleccionistas como los Stein y los rusos Morosov y Shchukin le apoyan; este último adquiere La Danza y La Música (1909 - 1910), reflejo de la evolución de su obra en busca del equilibrio entre el color y la línea, preocupación que expone asimismo en Notas de un pintor, publicado en La Grande Revue en 1908. A su actividad como pintor hay que añadir a partir de 1900 la de escultor, diseñador e ilustrador. Desde los años veinte vive entre Niza y París y se instala en Vence en 1943. Su pintura no crea escuela pero es uno de los artistas más influyentes, junto con Picasso, en la evolución del arte del siglo XX.


La muestra se extructura en seis secciones temáticas.

I Pintura y tiempo:

La luz del sur, reflejada en el mar, ilumina habitaciones vacías u ocupadas por lejanas figuras femeninas en reposo. Como en los cuadros de Vermeer, el motivo dominante es, en último término, la ventana, una figura que desde el Renacimiento ha sido para los pintores un paradigma de la pintura. Junto a la ventana, algunas alusiones ocasionales a la música subrayan la reflexión del artista sobre la naturaleza de su trabajo.


01 Interior con violín, 1917-1918
(Intérieur au violon)
Óleo sobre lienzo. 116 x 89 cm
Statens Museum for Kunst, Copenhague.
Colección J. Rump

02 Mujeres en un sofá o El diván, 1921
(Femmes au canapé ou Le Divan)
Óleo sobre lienzo. 92 x 73 cm
Musée national de l'Orangerie, París,
Colección Jean Walter y Paul Guillaume

03 Interior con funda de violín, 1918-1919
(Intérieur à la boîte à violon)
Óleo sobre lienzo. 73 x 60 cm
The Museum of Modern Art, Nueva York.
Colección Lillie P. Bliss, 1934

04 Interior en Niza, c. 1919
(Intérieur à Nice)
Óleo sobre lienzo. 66,7 x 54,9 cm
Saint Louis Art Museum, Adquisición


II Paisajes y balcones:

La exploración del espacio exterior permite a Matisse cuestionar la herencia del impresionismo. Frente al ojo pasivo del pintor impresionista, que trata de sumergirse en la naturaleza y fundirse con ella, Matisse, encuadra frecuentemente su motivo desde un balcón o una ventana y subraya la distancia del horizonte, la artificiosidad de la ficción pictórica.


05 Mujer sentada, con la espalda vuelta a la ventana abierta, c. 1922
(Femme assise, le dos tourné vers la fenêtre ouverte)
Óleo sobre lienzo. 73,30 x 92,50 cm
The Montreal Museum of Fine Arts,
Adquisición, fondo John W. Tempest

06 Conversación bajo los olivos, 1921
(La Conversation sous les oliviers)
Óleo sobre lienzo. 100 x 82 cm
Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en depósito en el Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid


III Intimidad y ornamento:

Las escenas de interior, pintadas a puerta cerrada, son teatros en miniatura en los que la relación del pintor con sus modelos se depura como en un laboratorio. La mirada se extravía entre espejos, flores, sedas, joyas y cabelleras, y en el arabesco que dibuja la mano sobre la tela, acechan, como en los poemas de Baudelaire, el deseo, el desasosiego y el desmayo.


07 La lectora distraída, 1919
(La Liseuse distraite)
Óleo sobre lienzo. 73 x 92,4 cm
Tate: Legado por Montague Shearman a través de la Contemporary Art Society 1940

08 Amapolas, 1919
(Les Pavots)
Óleo sobre lienzo. 100,6 x 81,3 cm
The Detroit Institute of Arts.
Legado de Robert H. Tannahill

09 Retrato de Marguerite dormida, 1920
(Portrait de Marguerite endormie)
Óleo sobre lienzo. 46 x 65 cm
Colección privada

IV Figura y fondo:

Durante un tiempo el pintor sigue una rutina rígida. Por las mañanas pinta en el estudio con la modelo posando en un estrado revestido de telas musulmanas; por las tardes dibuja reproducciones de estatuas de Miguel Ángel en la academia local. Dos paradigmas: la bidimensionalidad sofocante de los fondos combate con el volumen y el peso de las figuras, su corporeidad.


10 El sombrero amarillo, 1929
(Le Chapeau jaune)
Óleo sobre lienzo. 64 x 45 cm
Pierre and Tana Matisse Foundation Collection

11 El biombo moruno, 1921
(Le Paravent mauresque)
Óleo sobre lienzo. 90,8 x 74,3 cm
Philadelphia Museum of Art:
Legado de Lisa Norris Elkins, 1950

12 Pianista y jugadores de damas, 1924
(Pianiste et joueurs de dames)
Óleo sobre lienzo. 73,7 x 92,4 cm
National Gallery of Art, Washington, D. C.
Colección Mr. y Mrs. Paul Mellon

V Forma:

El desnudo se establece finalmente en el centro de la atención del pintor. Es el espejo que le ayuda a ahondar en los valores de la forma pictórica. Matisse lo estudia sistemáticamente, alternando la pintura con el dibujo y la escultura. Finalmente el logro más claro de la “pintura de intimidad” será una estatua inspirada en los desnudos realizados por Miguel Ángel para la Capilla Medici de Florencia, Gran desnudo sentado (1922-29).

El registro cambia súbitamente en 1930; de la intimidad de los interiores domésticos, Matisse salta a la pintura decorativa y con ella al desnudo heroico. El periodo 1930-33 es un paréntesis dominado por una fuerte tensión entre dos polos contrapuestos: la forma estática, monumental, cristaliza escultóricamente en Desnudo de espaldas IV (1930); la forma en movimiento, luminosa, pictóricamente en La Danza (1930-33) de la Fundación Barnes.


13 Odalisca con pandereta, 1925-1926
(Odalisque au tambourin)
Óleo sobre lienzo. 74,3 x 55,6 cm
The Museum of Modern Art, Nueva York.
Colección William S. Paley, 1990

14 Dos odaliscas, una desvestida, con fondo ornamental y damero, 1928
(Deux Odalisques (dont l’une dévetue, fond ornemental et damier))
Óleo sobre lienzo 54 x 65 cm
Moderna Museet, Estocolmo

15 Desnudo de espaldas IV, 1930
(Nu de dos IV)
Bronce fundido. 190 x 114 x 16 cm
Staatsgalerie Stuttgart

16 La danza – segunda versión, estudio de conjunto, 1932-1933
(La Danse – deuxième versión, Étude d'ensemble)
Lápiz sobre papel. 20,7 x 53,3 cm
Musée Matisse, Niza
Donación de los herederos del artista, 1960


VI “Une sonore vaine et monotone ligne”:

Cuando Matisse vuelva de nuevo a la “pintura de intimidad” en 1934, se esforzará por mantenerse en la perfección abstracta de La Danza, aun a costa de renunciar definitivamente al volumen y a la profundidad. Esa deriva de su pintura coincide en el tiempo histórico con el ascenso de las tensiones políticas y las amenazas de guerra. Las figuras de los cuadros de Matisse se nos presentan cada vez más absortas en sí mismas, más nocturnas e inalcanzables. El color se hace más incorpóreo y la forma se reduce a trazo, signo que fluye: “una sonora, vana y monótona línea” (une sonore, vaine et monotone ligne), por decirlo con un verso de La siesta de un fauno que Matisse había ilustrado en su edición de 1932 de las Poésies de Mallarmé. En 1935 volvió sobre esa ilustración para llevarla a una tela de gran formato en la que continuó trabajando durante los años de la guerra para dejarla finalmente inacabada. Serán así las series de dibujos que el pintor agrupó bajo el título musical de Thèmes et Variations (1942) las que pongan punto final a este periodo de su trayectoria.


17 Naturaleza muerta con mujer dormida, 1940
(Nature morte à la dormeuse)
Óleo sobre lienzo. 82,5 x 100,7 cm
National Gallery of Art, Washington, D. C.
Colección Mr. y Mrs. Paul Mellon

18 El vestido azul reflejado en el espejo, 1937
(La Robe bleue refletée dans la glace)
Óleo sobre lienzo.
64 x 49 cm
The National Museum of Modern Art, Kyoto